Los dogmas marianos

Los dogmas marianos

Virgen maría frente a templo

Los dogmas son todas las verdades doctrinales que los católicos debemos creer y aceptar. Por la autoridad que el mismo Jesús le otorgó a su Iglesia, ella ha establecido tales verdades en relación a la Santísima virgen María .

Estas verdades son cuatro:

Este es el dogma central: la Virgen María es verdadera Madre de Dios. La Virgen María es Madre de Dios porque Jesús es el Hijo eterno de Dios hecho hombre como dice el Evangelio: “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; nosotros hemos contemplado su Gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único” (Jn 1,14)

Fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.

El Concilio de Éfeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) definió:

Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema.”

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades” (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)

El Dogma de la Inmaculada Concepción establece que María fue concebida sin mancha de pecado original.

El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.“

Sólo María, entre las personas está llena de gracia de Dios desde el principio de su existencia en el seno de su madre, Santa Ana

Los dogmas marianos

El dogma de la Perpetua Virginidad se refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto.  Ella concibe a Jesús virginalmente (sin intervención de varón) por obra del Espíritu Santo.

Este dogma ha sido proclamado en el Concilio de Letrán en el año 649 por el Papa San Martin I

No convenía que el cuerpo de María sufriese el contacto de un hombre, después de haber entrado el Espíritu santo

Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23) (Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 – Concilio Vaticano II).

La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo “lejos de disminuir consagró la integridad virginal” de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la ‘Aeiparthenos‘, la ‘siempre-virgen’.” (499 – catecismo de la Iglesia Católica)

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:

Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo“.

María intercede por los hombres y se la conoce como mediadora, el Concilio Vaticano II recuerda que “María asunta a los cielos no ha dejado la misión salvadora, sino que con sus múltiples intervenciones continúan obteniendo los dones de salvación eterna” (LG 62)

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

En el camino de la salvación de cada persona, la lglesia se preocupa por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social. Por ello, desarrolla una brújula, una doctrina social que forme las conciencias y ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana.

La doctrina social es el anuncio de fe que hace el Magisterio ante las realidades sociales. Recogida en un compendio, esa defensa se traduce en indicaciones, consejos y exhortaciones por las que la Iglesia anima a los cristianos a ser ciudadanos responsables.

Juan Pablo II –nos ha dado la definición más precisa que ha dado el Magisterio– dice que es «la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial» (Sollicitudo Rei Socialis 41).

El único objetivo de la Iglesia es “ayudar al hombre en el camino de salvación”. (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 69). Esta es su única misión y también la razón por la que la Iglesia tiene el derecho y el deber de desarrollar una doctrina social que forme las conciencias de los hombres y les ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana. Un cristiano coherente dirige todos los aspectos de su vida hacia Dios, viviendo según su designio salvífico. La Iglesia acompaña a los cristianos en esta tarea.

Esto incluye dimensiones de la vida humana y de la cultura como la economía y el trabajo, pasando por la comunicación y la política, hasta temas como la comunidad internacional y las relaciones entre las culturas y los pueblos.

La caridad es una «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une» (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 207).

La DSI nace con la Rerum Novarum de León XIII, papa que estaba muy preocupado por la “cuestión obrera”, es decir la situación de muchos trabajadores pobres del campo que ahora vivían miserablemente en las ciudades. A partir de ese momento las enseñanzas sociales, que existían desde el principio del cristianismo, se ordenan de manera sistemática. Las cartas sociales de los pontífices tendrán la Rerum Novarum como referencia. Entre las muchas encíclicas sociales, destacan además de la RN, las de san Juan Pablo II: Laborem Exercens (90 años desde la Rerum Novarum), Sollicitudo Rei Socialis y Centesimus Annus (100 años desde la Rerum Novarum). Recientemente, el Papa Francisco se ha dirigido a los cristianos con dos encíclicas de tema social: Laudato si (2015) y Fratelli Tutti (2020).

Con el objeto de facilitar una búsqueda temática de los contenidos, en los últimos años se escribió un Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que puede servir como punto de referencia.

Contenido Doctrina Social de la Iglesia.

No. Su competencia no se extiende a las cuestiones técnicas, ni propone sistemas de organización social, que no pertenecen a su misión: ésta se limita al ámbito moral y evangélico. Además, esa función no la realiza en base a un poder coercitivo (propio del Estado), ni sirviéndose del “brazo secular” (es decir, usando instituciones civiles que actúen según sus dictados, ejerciendo de este modo para su influencia en la sociedad); la ejerce mediante un poder de convicción, que respeta la laicidad de la vida pública. Por consiguiente, la enseñanza social del Magisterio no obstaculiza la autonomía de las realidades terrenas. Más bien, las interpreta para examinar su adecuación al espíritu evangélico y orientar la conducta cristiana.

“Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones” (Gaudium et Spes, 76)

“En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2420)

La salvación obrada por Cristo y, consecuentemente, la misión de la Iglesia, alcanza al hombre en toda su integridad, incluido el ámbito social. De hecho, el cristianismo no puede ser restringido a meras devociones, sino que es antes un modo de vivir en sociedad.

El Papa Benedicto XVI afirma que la doctrina social de la Iglesia responde a la dinámica de caridad recibida y ofrecida y resume su función como el “anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. (Caritas in veritate, n. 5)

El Papa Francisco explica la razón por la cuál la Iglesia expresa su parecer en los asuntos que afectan a la comunidad mundial (Discurso del Santo Padre al cuerpo diplomático, 7 de enero de 2019), diciendo que es la misión espiritual que Jesucristo dirigió a San Pedro y sus sucesores la que impulsa al Pontífice y a la Santa Sede “a preocuparse por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social” y aclara que “la Santa Sede no busca interferir en la vida de los estados”, sino que observa “las problemáticas que afectan a la humanidad”, para “ponerse al servicio del bien de todo ser humano” y “trabajar por favorecer la edificación de sociedades pacíficas y reconciliadas”. Por este motivo, la Iglesia no puede quedar al margen de las realidades humanas, e interviene con su doctrina para iluminar distintos aspectos de la sociedad.

La Iglesia desde su experiencia por el contacto con la gente y los pueblos, y desde su doctrina de fe apoyada en una profunda reflexión, es un gran interlocutor, para defender y dar voz a los más débiles, a las naciones pobres y al planeta amenazado por la crisis ecológica.

Esta preocupación de la Iglesia se concreta en valores que sirven de base para la actuación social. Todos ellos tienen base evangélica y están de acuerdo con la naturaleza humana, que la Iglesia asume y defiende, buscando llevarla a la plenitud, por la Redención obrada por Cristo. Estos valores son:

1- La dignidad de la persona humana: la vida humana es sagrada y su dignidad inviolable, independientemente de la edad, el estado de salud, la riqueza o la condición social. Cada persona tiene derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Además, una vida digna conlleva paz, que en muchas ocasiones se ve amenazada por la guerra y la violencia.

2- Familia y comunidad: el hombre es un ser social y tiene derecho a crecer en comunidad. El matrimonio y la familia son la base de la sociedad (ya en los comienzos de la Iglesia la familia era considerada “iglesia doméstica”, término que se recuperó en el Concilio Vaticano II y que san Juan Pablo II extendió). Todas las personas tienen derecho a participar en la sociedad.

3- Derechos y deberes: todas las personas tienen derechos que hacer valer y deberes que cumplir, tanto a nivel individual como familiar y social. En particular de los trabajadores: la economía está al servicio de las personas, no al revés. Los trabajadores tienen derecho a un trabajo digno, seguro y bien remunerado.

4- Opción preferencial por los pobres y vulnerables: Jesús nos enseñó que los más vulnerables en una sociedad tienen un lugar privilegiado en su Reino. Es un deber de justicia ayudar a todos a luchar contra la pobreza y las situaciones de riesgo, algo que el Papa Francisco ha recalcado desde el inicio de su pontificado.

5- Bien Común: es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26)

6- Solidaridad: la Iglesia promueve la paz y la justicia por encima de diferencias de raza, nación, religión, etc. Hay una sola familia humana que todos somos responsables de cuidar.

7- Subsidiariedad: el Estado debe permitir “a las asociaciones inferiores (resolver) aquellos asuntos y cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo demás perdería mucho tiempo, con lo cual logrará realizar más libre, más firme y más eficazmente todo aquello que es de su exclusiva competencia” (QA 80).

8- Cuidado de la creación: Dios puso al hombre al frente de las realidades terrenas para dominarlas y cuidarlas, manifestando en el respeto a otras criaturas el respeto debido al Creador. La crisis medioambiental tiene dimensiones morales.

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