Santidad de la vida: La Iglesia Católica cree que todas las vidas son sagradas y, por lo tanto, considera que un aborto es poner fin a una vida que se está gestando.
Inviolabilidad de la vida: Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
Enseñanza histórica: Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable.
Respeto a la vida humana: La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana.
Derechos inalienables: El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación.
Esta postura se basa en la interpretación de la Iglesia de las enseñanzas bíblicas, teológicas, magisterio y tradición, y se mantienen firmes independientemente de las circunstancias individuales o las leyes seculares.
No posesión: Los hijos no son una “posesión” de los padres, a diferencia de los objetos materiales como un coche o una casa.
Responsabilidad familiar: Los niños nacen dentro de una familia, y es natural que la familia asuma la responsabilidad de esa vida que comienza.
El alma del niño: El niño tiene un corazón, un alma, y eso no es propiedad de nadie. El alma viene de Dios, no de los padres.
Formación de los hijos: Los padres están llamados a dar una formación profunda, correcta y clara a sus hijos.
Normas de seguridad: Los padres enseñan primero al niño normas de seguridad básicas.
Enseñar a hablar: Los padres enseñan simultáneamente al hijo a hablar, lo que abre su mundo interior.
Educación más allá de la supervivencia: El hijo todavía tiene que aprender detalles de educación que van mucho más allá de las normas de supervivencia.
Educación moral: La educación moral es uno de los grandes retos de toda la vida familiar.
Buenos ciudadanos: La mayor alegría que pueden sentir los padres es ver que sus hijos son realmente buenos ciudadanos.
Los hijos no son propiedad: Los hijos no son propiedad de nadie, ni de la familia, ni de la escuela, ni del Estado.
Crecimiento de los niños: Todos, especialmente en casa, estamos llamados a ayudar a los niños y adolescentes a crecer como buenos ciudadanos y hombres de bien.
Niños jugando en el bosque
Misión de los padres
Los padres reciben la misión de criar a sus hijos, pero también de educarlos en la fe.
La educación de los hijos según el Catecismo de la Iglesia Católica es un tema fundamental. El cuarto mandamiento establece: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Éxodo 20, 12). Este mandamiento nos recuerda la importancia de honrar y respetar a nuestros padres, quienes nos han dado la vida y nos han transmitido el conocimiento de Dios.
Aquí hay algunos puntos clave relacionados con la educación de los hijos según el Catecismo:
Relación con los padres: Los hijos deben obedecer a sus padres en el Señor, ya que esto es justo. Honrar a los padres es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y tu vida se prolongue en la tierra.
Deberes hacia los padres: El cuarto mandamiento se aplica a las relaciones de parentesco con los miembros de la familia. Esto incluye dar honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. También se extiende a los deberes de los alumnos hacia los maestros, de los empleados hacia los patronos y de los ciudadanos hacia su patria y sus gobernantes.
Recompensa y consecuencias: Cumplir con el cuarto mandamiento trae recompensas: prolongación de la vida y frutos espirituales. Por otro lado, la falta de observancia de este mandamiento puede tener consecuencias negativas para las comunidades y las personas.
En resumen, la educación de los hijos según el Catecismo implica honrar y respetar a los padres, reconocer su autoridad y cumplir con los deberes familiares. Además, los padres desempeñan un papel crucial en la formación espiritual de sus hijos, guiándolos hacia una relación con Dios y enseñándoles virtudes como la obediencia y el temor de Dios.
En la catequesis de la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco criticó con dureza las “falsas esperanzas” que ofrecen algunos ídolos y que “en lugar de favorecer la vida conducen a la muerte”.
De nuevo ofreció una nueva catequesis sobre la esperanza cristiana y por eso nada más comenzar aseguró que “esperar es una necesidad primaria del hombre: esperar en el futuro, creer en la vida, el considerado ‘pensar positivo’. Pero es importante que esta esperanza sea puesta en aquello que verdaderamente puede ayudar a vivir y a dar sentido a nuestra existencia”.
“Por eso la Sagrada Escritura nos pone en alerta contra las falsas esperanzas que el mundo nos representa, desenmascarando su inutilidad y mostrando su insensatez”.
Francisco aseguró que esto lo hace de varias maneras, entre ellas “denunciando la falsedad de los ídolos en los que el hombre es continuamente tentado de poner su confianza”.
Así, a veces “el hombre experimenta la fragilidad de esa confianza y siente la necesidad de certezas diversas, de seguridades tangibles, concretas” y entonces “estamos tentados a buscar consuelo también en lo efímero, en lo que parece que van a llenar el vacío de soledad y calmar el cansancio de creer”.
El Papa denunció que la confianza “pensamos ponerla en la seguridad que puede dar el dinero, en las alianzas con los potentes, en la mundanidad, en las falsas ideologías”.
Para explicarlo mejor, el Pontífice comentó el salmo 115 que precisamente denuncia los falsos ídolos que se hace el hombre. Pidió entender que también son ídolos “cuando nos fiamos de realidades limitadas que transformamos en absolutas, o cuando reducimos a Dios a nuestros esquemas y nuestras ideas de divinidad; un Dios que se nos asemeja, es comprensible, previsible, como los ídolos de los que habla el salmo”.
“El hombre, imagen de Dios, se fabrica un dios a su propia imagen, y también una imagen mal hecha: no siente, no actúa, y sobre todo no puede hablar”.
Es más, “las ideologías con su pretensión de lo absoluto, de las riquezas, el poder o el éxito, con su ilusión de eternidad o de omnipotencia, valores como la belleza física y la salud, cuando se convierten ídolos a los que sacrificar cada cosa, son todas realidades que confunden la mente y el corazón”.
El Papa aseguró por tanto que “quien pone la esperanza en los ídolos se convierte en uno de ellos: imágenes vacías con manos que no tocan, pies que no caminan, bocas que no pueden hablar”.
“No se tiene nada que decir, uno se convierte en incapaz de ayudar, cambiar las cosas, sonreír, donarse, amar”.
Francisco alertó también de que los católicos no están exentos de “este riesgo” cuando “nos mundanizamos”. “Se necesita permanecer en el mundo pero defenderse de las ilusiones del mundo”, añadió.
Por último, invitó a confiar en el Señor porque así “uno se hace como Él, su bendición nos transforma en sus hijos, que comparten su vida”. “La esperanza en Dios nos hace entrar, por así decir, en el radio de acción de su recuerdo, de su memoria que nos bendice y nos salva”.