“Mirad el árbol de la Cruz, en donde estuvo clavado nuestro Salvador.”

VIERNES SANTO

Procesión del Santo Entierro

Cada día se refleja más, el individualismo, la indiferencia y la búsqueda de la realización personal, sin tomar en cuenta a los demás. Volviendo esta forma de vida, como algo cotidiano, algo normal, algo que ya no asusta; sin embargo, la Iglesia nos invita siempre, a tener presente el caminar juntos, nos obliga a hacernos conscientes, de que la conquista del bien y la felicidad humana solo es posible cuando asumimos tareas comunes.

Una vez más es de preguntarnos: ¿Quién es Jesús hoy? ¿Qué hemos hecho de Jesús? ¿Dónde está Jesús? ¿Camina Jesús con nosotros?, solo respondiéndonos sabemos lo que somos, lo que hacemos y lo que buscamos.

Estamos invitados, a promover la vida sinodal a través de la escucha, solo así se nutre, se desarrolla y se fortalece, enriqueciendo el compartir en fraternidad y el mutuo acompañamiento. Recordemos que, si dejamos actuar al Espíritu, nos capacita para brindar lo mejor de nosotras/os. El Espíritu Santo obra en la diversidad distribuyendo “a cada uno en particular según su voluntad” (1 Cor 12, 4-11). Otra característica de la espiritualidad sinodal es que es ecuménica pues vive siempre del mismo deseo que Cristo expresó en su oración al Padre “que todos sean uno” (Jn 17,21).

Finalmente, necesitamos tener la mirada de María al pie de la Cruz: de pie, como la mujer fuerte, señora de sí misma, silenciosa y contemplando con gran angustia, la separación que sufre su Hijo Jesús, al verse abandonado por el Padre. Y, como María en aquella ora de Amor, nos invita a actuar con fe y esperanza, sabiendo que lo que allí está ocurriendo es algo más que el sufrimiento atroz que se ve: es la Revelación Suprema de Dios, el Nacimiento de algo Nuevo, la Promesa de Dios por fin cumplida.

Tienen mucho que ver entre sí, el Nacimiento de Jesús en la Cueva de Belén y su Muerte en la cima del Calvario: lo que entonces comenzó en la hendidura de una roca, aquí llegó a su plenitud en lo alto de otra roca. La única diferencia está en que los poderosos, que allí no acudieron a adorarlo, aquí le estaban crucificando.

PRIMERA PALABRA

Nuestro pecado causó tu sufrimiento y, no obstante, tú perdonaste todos nuestros pecados. Perdónanos por el dolor que te hemos causado a ti y a los demás. Mediante tu cruz, revélanos continuamente la naturaleza de nuestro pecado y la profundidad de tu perdón. Así como tú te hiciste el Varón de Dolores para la humanidad (Isa 53,3), de la misma manera haznos a tu semejanza, sirviendo a otros mientras sufrimos por ellos. Perdónanos por no saber lo que hacemos, pero ayúdanos a hacer lo que tú haces, perdonando a otros por amor a Ti.

Caminar juntos en este tiempo de Sinodalidad, es escuchar el eco de Jesús que grita desde el dolor «Padre, perdónalos».

Tenemos que gritar desde nuestra realidad, porque Dios escucha el grito de los desesperados, de los tristes, de los excluidos y de los que no tienen valor.

Reflexionemos…

– ¿Me he sentido perdonado, a pesar de mi culpa?

– ¿He perdonado alguna vez, aunque me hayan causado dolor?

– ¿Hasta qué punto creo que la gente puede equivocarse y seguir siendo digna de confianza?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar:

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

SEGUNDA PALABRA

Jesús exclama a la persona que está a su lado sufriendo «hoy estarás conmigo». Ese “hoy estarás conmigo”, al caer la tarde, al atardecer de tu vida, es el deseo real de Dios, que todos nos salvemos; sin embargo, “tenemos que querer”, tenemos que asumir la condición de nuestra historia, de nuestro pecado. En nuestra libertad está el sentir el cariño de Dios, sentir el calor de Dios. Sentir la cercanía, es estar en el Paraíso, no como un lugar físico, sino, como un estado existencial de la vida. Estar en el Paraíso a pesar de los dolores de la vida, de las soledades, de las tristezas, de las amarguras, estar en el Paraíso es estar en la esperanza, en el optimismo.

Jesús es un hombre que camina junto a los pobres, junto a los pecadores arrepentidos, junto a las trabajadoras sexuales, junto a los que no tienen valor, junto a los privados de libertad.

Reflexionemos…

– ¿Pensemos a quiénes les podemos dar esperanzas, para que sigan caminando?

– ¿Soy capaz de ver a Jesús en el que sufre?

– ¿Cómo podemos estar hoy con Jesús, en un mundo poco alentador?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

TERCERA PALABRA

«Estaba junto a la cruz de Jesús, su Madre». Lo dice expresamente el Evangelio. ¡Pobrecita! Lo ha contemplado todo. Ha visto cómo desnudaban a su divino Hijo. Ha sentido en su carne virginal el dolor profundo del divino Mártir. Ve que se está muriendo de sed en medio de espantosos tormentos. María tiene que estar allí. ¡Tiene que estar allí! Estaba predestinado por Dios.

Tú eres mi madre, la que ha caminado siempre conmigo, la que me acompañó en mi apostolado, en mi martirio, en mi resurrección, por eso no te dejo sola.

Tú, María, eres el rostro femenino de todas las mujeres de la humanidad. De todas las que sufren por sus hijos, pero también en ti María nuestras madres, nuestras vidas tiene sentido de esperanza y de alegría, porque tú eres nuestra madre desde la cruz.

Reflexionemos…

– ¿Ayudas a las madres, a afrontar los momentos difíciles?

– ¿Seleccionas quiénes pueden contar contigo?

– ¿Qué virtudes de María reflejo a diario?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

CUARTA PALABRA

Ya no es el Hijo el que habla en el madero, ya no le llama Padre, ya nos representa a nosotros en el madero, en nuestro pecado, en la angustia. Es el grito de Jesús al sentir el dolor físico, la soledad, la tristeza, el abandono del mundo. Cuántas veces hemos tenido que enfrentarnos a nuestra realidad, sin esperanza, sin compañía. Este grito de Jesús es el grito de millones de hombres y mujeres, de jóvenes, de niños que muchas veces, nosotros, la comunidad, el Estado, la Iglesia los ha abandonado, los ha dejado solos, los ha dejado a su suerte. ¿Por qué me has abandonado?, son nuestros gritos de desesperación, es nuestra angustia que nos hace sentir abandonados. Pero Dios es Sinodal, Dios no nos abandona, él camina junto a nosotros, es el Emmanuel.

Reflexionemos…

– ¿Aceptas que hay momentos en que “no sientes” a Dios?

– ¿y, sin embargo, te atreves a seguir adelante con proyectos, compromisos y esfuerzos en su nombre?

– ¿Extiendes tu mano a los que te necesitan?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

QUINTA PALABRA

Era muy natural que Jesús tuviera una sed ardiente. Cuando se pierde la sangre se experimenta en seguida el tormento de la sed de agua, sed fisiológica provocada por el sudor de sangre en Getsemaní, las terribles torturas y la pérdida de sangre de la flagelación, de la coronación de espinas, de la cruz a cuestas y de la crucifixión. En lo alto de la cruz iba perdiendo gota a gota la sangre divina de sus venas. Sed ardiente, ¡Un poquito de agua, tengo sed! ¡Pobre Jesús! Nadie le socorrerá. Tendrá que morir de sed. Delante de Él tenía a la Virgen Santísima, pero no podía hacer absolutamente nada.

Pero hoy también debemos de reflexionar que Jesús no se reduce a la sed física, sino a la sed de justicia, de equidad, de alegría, de hermandad, de solidaridad. En nuestra sociedad, necesitamos beber aguas de transformación, donde no hayan excluidos, niños de la calle, trabajadoras sexuales, personas abandonadas, ancianos olvidados. Tengo sed es la expresión más genuina de sinodalidad.

Reflexionemos…

  • ¿A quiénes necesitas darles agua que les dé vida?
  • ¿Qué gritos escuchas? que piden más solidaridad, hermandad, alegría?
  • ¿Nos hacemos los sordos a las necesidades de los demás?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

SEXTA PALABRA

Y Jesús al recorrer todas las profecías del Antiguo Testamento y viendo que se habían cumplido todas en Él, lanzó un grito de profunda, de íntima y entrañable plenitud: «¡Todo está consumado, todo está cumplido!». Es el grito del triunfador que se cubre con el laurel de la victoria. Ahí está. Lleno de heridas, pero de gloriosas heridas, ¡Ha triunfado! ¡Todo está cumplido! Y nosotros, ¡qué alegría si a la hora de la muerte podemos decir en verdad: me entregué, me volqué, me destrocé, arruiné mi salud en busca de mis hermanos. ¡Los busqué con fe, con ardor los buscaba! lo cumplí. ¡Qué alegría tan divina! ¡Que nuestra última palabra, sea « he cumplido!!! ». Cumplir un proyecto implica caminar juntos, el proyecto de la familia, el proyecto de una sociedad mejor, el proyecto de una iglesia de estructuras nuevas, de estructuras sinodales.

Reflexionemos…

– ¿Sentimos que estamos cumpliendo nuestra misión?

– ¿Estoy disponible cuando me buscan para hacer un bien?

– ¿Me siento satisfecho con mi esfuerzo?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

SEPTIMA PALABRA

Jesús se ha ido desangrando poco a poco: «gota a gota». La Santísima Virgen a presenciado todo y en aquellos instantes su corazón experimenta una indecible angustia. Nuestro Señor, levantando sus ojos al cielo clamó con una gran voz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Nuevamente dice «¡Padre!» como en la primera palabra; ya no dice «Dios mío» como en la cuarta palabra. Ahora es el Hijo otra vez. El mismo que en su primera palabra quiso conmover el corazón del Padre cuando pedía perdón por sus verdugos. Ahora vuelve a pronunciar esta dulcísima palabra: «Padre». «En tus manos encomiendo mi espíritu» Es decir, en tus manos entrego voluntariamente mi alma. Solo un Espíritu sereno, puede decir las bellas palabras que Jesús dice a su Padre. Jesús ha caminado, ha demostrado que todos los proyectos tienen sentido, cuando damos paso al Espíritu Santo. Jesús nunca caminó solo, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

En tus manos encomiendo mi espíritu: te voy a entregar el alma. E inclinando la cabeza, expiró.

Reflexionemos…

¿A pesar de nuestra fragilidad, buscamos al Señor?

¿De qué manera deseas ser recordado?

¿Dejas que Jesús te acompañe en tu camino?

MOMENTO DE SILENCIO: Para interiorizar

Como iglesia peregrina que acompaña a Jesús camino al sepulcro, oremos juntos un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.

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